Despertó temprano como de costumbre, la mañana se repetía cómo un ritual añejo que no se modificaba, pero algo era distinto, recordó tenuemente y descubrió lo que no pertenecía a su rutina, el traje nuevo, la seda roja brillaba vidriosa en la corbata que había recibido de regalo, los zapatos negros con sus borlas simétricas lo enfurecían más, parecía todo perfecto, y lo odiaba.
   
    La boda se acercaba. Luego de vestirse salió camino a la iglesia. Recorrió cada calle por donde el sol se posaba, su alma recibía esos rayos como caricias aisladas, a lo lejos vio el campanario y acercándose con paso firme decidió entrar por la puerta lateral, quería pasar desapercibido pero sintió que todos lo miraban, el sonido del órgano le paralizó la mente y solo atinó a ver a Claudia y a su padre entrando de la mano, atravesaron el pasillo central y llegando al atrio Juan la tomó del brazo. Gentilmente se posaron frente al cura, la ceremonia comenzó.
   
    Sus  ilusiones se esfumaron, ya no sería él quien ocupará esa escena, como actor de reparto se limitó con fría expresión a reprimir sus heladas lágrimas, otra vez, su vida le ofrecía una trampa, la de soñar la vida que no le pertenecía.