Había una vez
No me gusta el ruido a agua, suena a cartón, también a distancia.
No me gusta el sol, me abruma su presencia de luz. Me molesta su soberbia.
Me gusta la noche, la oscuridad fagocitada por una vela en mis manos de pitonisa.
Me gusta apartarme como en una cárcel sin cimientos de azufre, ni de hierros.
Adoro estar a solas con la luna, alimentar su condición de sueño y amor ¿amor?
Encontrar en ese espacio efímero de deseo el hueso de una paloma muerta por su insistencia de volar.
Sola, en ese cuadrilátero de espera, también te espero y aparee la pregunta redundante ¿volverás algún día? Aunque seas la sombra de esa luna, la aureola de la noche y el hábito imperturbable de vivir.
Aquí estaré.