¡Qué difícil cuando la información se trasforma en emoción! Cuando la palabra se transforma en arma y la emoción en herida que sangra. Ya no hay distancia, ni ansia de objetividad. No importa si hubo intención o si fue simplemente osadía. Importa la sangre que tiñe todo a su paso y lo que comenzó como un tajo que ni puntos necesitaba, ahora se convirtió en herida de muerte. No para quien la porta, si no para la relación entre víctima y victimario.

    Es que la información dejó de ser importante, sólo lo es el dolor. Y el tema es que en medio del desangre, no hay mediación posible. La empatía salió por la ventana. Los pies del otro, son del otro, estoy demasiado ocupado mirando los propios que, de repente, tienen las medias con agujeros y sienten el frío que baja desde el alma.

    Sin la intervención de la lógica, de la razón, es imposible mediar, poner paños fríos y analizar la información tal y como vino, sin la mochila de sentimientos que le pusieron.

    Es que no era que no sabía o que su versión no era válida. No era que su valor personal estuviera atado a esto en particular. No era un ninguneo ni un desmerecimiento. No era comparativo ni peyorativo. Simplemente. Simplemente, no tenía ganas de comer pastas esa noche y su cara de desagrado desató la guerra.